Por Erika Elnen
Cuando hablamos de vivir más y mejor, solemos pensar en comer sano, hacer ejercicio o dormir bien. Y sí, todo eso importa. Pero hay un factor silencioso, muchas veces ignorado, que se repite una y otra vez entre las personas más longevas del mundo: el propósito de vida.
Me apasiona explorar qué tienen en común los centenarios de las famosas zonas azules (esas regiones del mundo donde vive la mayor cantidad de personas con más de 100 años, como Okinawa en Japón, Cerdeña en Italia o Península de Nicoya en Costa Rica). Y hay algo que me impacta profundamente: todos ellos saben por qué se levantan cada mañana.
En la cultura japonesa, ese “para qué” tiene nombre: Ikigai. Se traduce como “la razón de ser” o “la razón por la que te levantás cada día”. Es el punto de encuentro entre lo que amás, lo que sabés hacer bien, lo que el mundo necesita y por lo que podrían pagarte.
Encontrar tu ikigai no tiene que ver con grandes logros ni metas ambiciosas. A veces es tan simple como cuidar un jardín, ayudar a tus nietos con la tarea o preparar el pan casero que tus vecinos aman. Es algo que da sentido, que conecta con tus valores y te hace sentir útil.
Todo. Diversos estudios han demostrado que tener un propósito de vida claro:
Reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Mejora la salud mental y reduce síntomas de depresión.
Aumenta la esperanza de vida.
Fortalece el sistema inmune.
Motiva a mantener hábitos saludables a largo plazo.
Los centenarios de las zonas azules , no se jubilan en el sentido tradicional. Siguen activos, contribuyendo a su comunidad, compartiendo su sabiduría o cuidando su huerta. Eso les da identidad, pertenencia y alegría.
Desde la nutrición, también podemos fomentar el ikigai. ¿Cómo?
Alimentando el cerebro y el estado de ánimo con alimentos que potencien neurotransmisores como la serotonina y la dopamina (pescado, semillas, legumbres, frutas).
Estimulando la vitalidad física con una alimentación antiinflamatoria que permita sostener un cuerpo activo.
Promoviendo rituales conscientes, como preparar la comida con atención plena o compartirla en comunidad, lo que genera conexión emocional y sentido.
No importa la edad que tengas. Nunca es tarde para volver a conectar con tu propósito, o para descubrir uno nuevo. Puede cambiar con las etapas de la vida, y eso está bien. Lo importante es tener una razón, aunque pequeña, para abrir los ojos cada día con entusiasmo.
Porque vivir muchos años está bien, pero vivirlos con propósito… eso es la verdadera nueva longevidad.
¿Te gustaría trabajar en tu propósito y tus hábitos para vivir con más vitalidad y sentido?
Agendá tu consulta y empecemos juntas este camino.
Eri
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